martes, 25 de octubre de 2011

dichosos mensajes

Te suena el despertador, ganduleas. Tras varios intentos, consigues levantar tu pesado y agotado cuerpo y te metes en la ducha. Te sientes incómodo, demasiado pesado… notas como el chorro golpea tu piel demasiado dormida, y te extrañas… Vale, piensas. Apagas el agua, sales de la ducha y te quitas el pijama, empapado. Te vuelves a meter en la ducha y ahora sí, agachas la cabeza y dejas que el agua golpee constante en tu nuca. Apagas la ducha, te secas y te cambias. Tras haberte arreglado miras inconsciente al móvil. No hay mensajes.

La mañana es húmeda y fría. Hoy es un puro día de otoño con la resaca de la lluvia de la noche anterior. Todo empapado; huele a octubre.

Te tomas un café mientras miras otra vez el móvil. Nada, ni un mensaje. Recuerdas la conversación que tuviste ayer antes de irte a dormir y sonríes mientras pruebas de sorber un poco del café. Está hirviendo. De pronto, y sin saber por qué, coges el móvil, y tecleas algo que te hace sonreír por segunda vez. Envías y te vuelves a guardar el móvil en el bolsillo. Te bebes de un sorbo el café y maldices. La euforia te ha hecho olvidarte que está hirviendo. Coges las llaves de casa y sales respirando ese aire fresco en dirección al tren para ir a trabajar. Que pases un buen día.


Le suena el despertador y murmura: un minuto más, pero se incorpora de inmediato. Coge el móvil y lee la conversación que tuvisteis ayer: sonríe mientras la recuerda. Mientras se dirige a la ducha, va cantando su canción, como si le contara un secreto a la mañana. Se mete en la ducha. Al salir de la ducha vuelve a mirar el teléfono: sí, espera tu mensaje pero no hay nada. Baja ya lista a la cocina y se prepara un té con tostadas mientras organiza el día que tiene hoy: ir a trabajar, a la biblioteca, a devolver el libro y a liquidar otros dos recados pendientes. Por la tarde, a última hora, se propone salir a correr.

Le suena el móvil y rápidamente lo coge. Le han venido a buscar. Obviamente se esperaba que fuese otra persona: tú. Pero nada, sigues bajo el agua y aún no te has dado cuenta que llevas el pijama puesto.

¿Qué tal? Le pregunta su amiga.

Muy bien, ¿y tú?

De martes, hija. Pero hoy hará buen día.

Llegan al trabajo y se preparan para la mañana, ella pensando en ti. De pronto, le suena el móvil: Un mensaje: Tengo ganas de verte. Lo lee tres veces. Llama a su amiga y se lo enseña. Está coladito, le dice. Guarda el móvil y se pone a trabajar. Le has hecho que su mañana sea feliz.


Llegas al trabajo y miras el móvil. No hay mensajes. Sigues trabajando mientras ojeas de vez en cuando el teléfono, pero nada. Vas al almacén, repasas unos pedidos. Vuelves a la oficina y revisas el móvil. Nada. Subes a contabilidad y te echan bronca porque no les cuadra una factura. No atiendes porque estás pensando en el móvil: Ahora seguro que me ha escrito, piensas. Terminan de echarte la bronca y bajas a revisarlo. Nada. Tu mañana pasa entre el móvil y tus quehaceres… Menuda mierda, piensas.

El próximo día, llámala.