jueves, 15 de noviembre de 2012

el escritor 2


Tragó saliva, tosió débilmente y le devolvió como pudo la sonrisa.

El gentío seguía estupefacto la escena ya que no podía comprender cómo la belleza del campus estaba hipnotizada por un don nadie; un alguien que ni su nombre sonaba conocido y lo habían apodado como “el chico”.

Noelia descubrió su carpeta, la abrió y sacó un papel arrugado. En él unos versos marcados a corazón rezaban lo que Noelia recitó, suave y despacio; haciendo hincapié en cada coma, en cada punto. Susurrando…

            Hay veces que es imposible olvidarte.
Hay momentos en que odio quererte.
Circunstancias en las que quiero admirarte
Y otras tantas por las que quiero perderte. 

Hay penurias que las paso yo solo
Y hay problemas que no quiero explicar.
Hay latidos que los recuerdo y lloro,
Y hay recuerdos que espero no alcanzar. 

El momento es siempre uno y cierto,
Escarmiento recuerdo hoy por ti.
Y no siento la pena por mi llanto
           Pues no miento, te quiero siempre a ti.


Las palabras de Noelia resonaron poderosas entre el gentío absorto por la dulzura de su voz. Las manos le temblaban débilmente mientras sostenía la mirada hacia aquél chico, mudo, temeroso de bellas sonrisas, hacedor de versos secretos con cuyas rimas avivaba, en sus sueños, su romance.

El chico la miraba pero no era capaz de reclamar su obra puesto que en el código del buen cortés los versos no tienen otro dueño que la doncella a la que van referidos; y él, a fin de cuentas, era el chico.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

el escritor


  Sorbió un poco más de café. Aún humeaba. Cogió una bocanada de aire fresco y advirtió que su día empezaba bien. Hacía un sol radiante frente a una mañana fresca de noviembre. Los pájaros piaban enérgicamente haciendo caso omiso a los pocos grados que el mercurio marcaba. Era un buen día. Estiró de nuevo sus dedos y acarició su antigua máquina de escribir. Al tocarla volvió a sentir cómo su mundo se extinguía y nacían frente a él el campus, Noelia y el tímido estudiante aun sin nombre:


“Era ese rincón su paraíso fiscal de los sueños. En el leía, escribía y soñaba. Sus gafas de pasta oscuras a duras penas se sujetaban en su nariz respingona, menuda y redonda. Vestía una camisa de cuadros pasados de moda pero ancha y realmente cómoda. Se sentía libre, a resguardo de su realidad: No tenía amigos.

Mientras contemplaba sus notas en los márgenes de su novela de caballeros, escuchó el extraño vacío del bar. El bullicio había mutado en el silencio más rotundo con algún que otro esporádico susurro. Sin levantar la vista supo que las miradas de los más de 30 estudiantes recaían en él. ¿Por qué?

Sintió un escalofrío y notó cómo sus manos sudaban.

- Hola –dijo una suave y tierna voz.

Por un momento maldijo a aquella que le había interrumpido y le impedía profundizar en su libro, pero alzó la vista y palideció. Advirtió dos manos de porcelana, una encima de la otra, sutilmente ocultas bajo una melena rubia, ondulada y larga. Su escandalosa figura bajo una camiseta y un chaleco ajustados le dejaron boquiabierto. Jamás había tenido tan de cerca la musa de sus sueños. Dentro de su tremenda vergüenza se atrevió a alzar la vista de nuevo. Su amor secreto quedó en entredicho cuando enrojeció de golpe. Noelia aun le miraba, sonriente. Sus ojos verdes envueltos en toque de rimel brillaban frente a él, nervioso y temeroso. Estaba siendo el centro de atención por primera vez en su vida.”