viernes, 31 de diciembre de 2010

son ellos

Te sientas y te acomodas. Te enciendes un cigarro y la recoges en tu regazo. Repasas, lentamente, todos y cada uno de los matices color roble. Acaricias su barniz. Te miras la mano y te retocas las uñas, perfectamente adaptadas. Le das una calada al cigarro y lo dejas reposar de nuevo en el cenicero; y te envuelves de ese humo, para ti tiernamente apestoso, mientras te entusiasma volver a componer.

Poco a poco te haces con los trastes, las notas, las cuerdas y los sonidos para crear magia. Tu obra, antes soñada, va existiendo poco a poco. Retomas melodías olvidadas y las fusionas, actualizándolas para darle ese papel principal en tu obra. Mientras te inundan tus pensamientos oyes a lo lejos unas notas de piano, débiles, tímidas. Afinas el oído y descubres que las manos delgaduchas que dan alegría a esas teclas son las de tu hermano pequeño.

- ¿Tú tocas esto? –le preguntas después de haber entrado en su habitación. Te lo encuentras sentado en la cama, con el órgano en su regazo y sus pensamientos en sus manos.

Te sonríe sonrojado.

Regresas a tu sitio, con tu guitarra y tu cigarro. Vuelves a imaginar. Las cuerdas rasgan sonidos nuevos en cada traste que te sitúas. Tus melodías poco a poco se componen. Pero… de pronto, escuchas de nuevo. ¿Quién es este? Dejas descansar a tu creadora y bajas las escaleras ansioso por ver cómo las baquetas golpean creando ritmos asombrosos. Te admiras por los redobles y los compases que tu hermano, el otro, es capaz de hacer. Resoplas y le dejas con sus historias. Él no se ha enterado de tu presencia. Te das media vuelta y te alejas mientras notas como los sonidos te golpean la nuca. Maravilloso.

De pronto te paras. “–Me falta uno”. Piensas.

Pues sí, ese soy yo. Pero yo estoy junto a las letras, describiendo. Mis uñas no son capaces de entrar en comunión con las cuerdas, ni tampoco son capaces de acariciar las teclas para ver nacer nuevas obras. Ni mis manos se curten mientras las baquetas redoblan una y otra vez. Mis manos se manchan de tinta por veros lucir vuestros talentos. Mis dedos revolotean frente a un teclado, alegres, imparables. Y mis rubores empiezan cuando escucho que dentro de vuestros talentos seguís con vuestro espíritu inviolable.

Sois mis hermanos.

jueves, 23 de diciembre de 2010

¿a qué perteneces?

- Te sientas en el sofá y escuchas. Resulta que dentro de todos tus pensamientos encuentras un resquicio que pensabas olvidado y lo saboreas al haberlo encontrado. Te levantas y te preparas una copa. Son las cinco de la mañana. La noche ha sido bastante positiva: has conseguido quedar para cenar con la camarera: alta, morena y tremendamente espectacular. Sonríes al recordarla y le pegas un sorbo a tu gintonic, recién hecho; y vuelves a escuchar tus pensamientos...
¿Qué recuerdo? Pues bien, recuerdo que caminaba sobre un manto verde junto a ti, y que cuando me imaginaba cuánto dudaría ese paseo, me repetía: -Para siembre. Para siempre.
Tras ese momento de recuerdo, agitas tu copa y ves entre los hielos la imagen de un hombre. Un hombre perdidamente perdido -valga la redundancia-. Y te enzarzas en una guerra con los momentos vividos ente victorias y derrotas, entre mares y montañas. Una lucha que lo que provoca es que te envuelvas de una gloria especial, de un amor perenne. Eterno.
Resulta que lo que ves entre los mares del caos es una paz entre la guerra y la perturbación. Resulta que esa paz es la resultante de ese momento de calma, ese momento de paz junto a la chimenea. Ese momento de soledad intacta, rodeada de buenos recuerdos y de buenos momentos que lo único que provocan es que sonrías.
- Y que reaccione... Creo.
- No creo que reacciones. Estás demasiado enamorado del momento. No puedes reaccionar.
- Puedo. Fíjate -y se levanta extendiendo la manos con signo de aprobación-.
- Amigo, no puedes. Perteneces al mundo de los sueños.
- ¿Al de Alicia y su país de maravillas?
- Sí, cara culo. Más o menos. -y tras mirarle fijamente un momento, te dices: - Menudo desastre de tío.

lunes, 20 de diciembre de 2010

actúa -2-

- Has tardado en buscarme. –Le dijo tras el beso.

- Lo siento, estaba ligando con otra mujer. –Le susurró mientras besaba delicadamente la punta de su nariz.

- ¿Era un buen partido? –Preguntó.

- Desde luego. –Dijo con un exagerado suspiro.

- ¿Y puedo saber el nombre de mi competencia?

- Bárbara.

Daniela sonrió sin dejar de mirarle.

- Mi abuela se llama Bárbara. –Dijo devolviéndole el beso.

- ¿Tu abuela? –exclamó.

Daniela se apoyó en su hombro y buscó entre la gente.

- Mírala, ahí la tienes. –Le comentó al oído.

Tomás se giró y sus temores se hicieron realidad al ver a doña Bárbara. No le sorprendió tanto que levantara su enésima copa de cava y que brindara enérgicamente por ella misma “-¡y por la salud de mi nieta!”. Lo que le sorprendió es que una señora tan paranoica fuese la abuela de la mujer más tierna y dulce que había conocido en su vida.

- Dios mío, he ligado con tu abuela. –Dijo sin dejar de mirarla.

- Me alegra que sea ella mi competencia. – Y volvió a oler su flor.

martes, 14 de diciembre de 2010

actúa

- No contemplo otro momento mejor que este. –comentó confiado.

- ¿Mejor que esperar a la cena?

- El momento es ahora. ¿No lo ves? –respondió mirando-. Es ahora o nunca.

- Recuerda que solo tienes una oportunidad. Y más aún si lo haces ahora, delante de todo el mundo –un momento de suspiro-. Entiendo que tengas ganas, pero debes buscar la razón y masticarla antes de perder la oportunidad.

- Amigo, lo que pretendo hacer no requiere de oportunidad, sino de hecho –dijo mientras se levantaba, sonreía y se dirigía hacia ella.

Era, según Tomás, el momento ideal. La luz tenue y cálida bañaba toda la sala. De fondo se oían unas notas perdidas, de piano de cola, que amenizaban las conversaciones más aburridas. Dentro de toda esa corrección estaba a punto de realizar la mayor y más deseada de sus locuras.

Pasó junto a un camarero que portaba una bandeja redonda, de plata. Sobre una fina alfombrilla se posaban unas cuantas copas de cava. Cogió dos copas, agradeció al camarero el detalle de pararse mientras éste las cogía, y continuó su andadura entre el gentío.

- ¿Tomás? –dijo una voz chillona.

- Mierda –pensó-. Se dio la vuelta y sonrió amablemente. – doña Bárbara, que grandísima ilusión verla aquí.

Doña Bárbara era una señora sexagenaria, millonaria y viuda. Le encantaba flirtear con la juventud con la esperanza de rejuvenecer por ello. Aun incluso con su sutil demencia senil, alardeaba de su portentosa memoria. Recordaba hechos, fechas, nombres y situaciones. Todas a la perfección.

- Me dijiste que me invitarías a cenar y no lo has hecho. –respondió seria.

- Tiene usted toda la razón. –Comentó a regañadientes- Permítame que enmiende mi error invitándola a una copa de cava.

Doña Bárbara miró al muchacho con detenimiento.

- Estás guapo.

- Va a conseguir que me ruborice. –dijo mientras le extendía una de las copas.

- ¿A quién buscas? –preguntó mientras la cogía.

Tomás interrumpió su sorbo de cava.

- ¿Cómo ha sabido que busco a alguien? –preguntó entre susurros.

- Porque te brillaba la cara cuando te he visto y ahora miras constantemente de reojo a esa preciosidad. –Comentó con alarde de sabiduría entre un par de sonrisas.- No pierdas el tiempo y ve a por ella. Tengo entendido que tiene unos cuantos pretendientes por aquí que no dejan de rondarla.

- ¿Y cree usted que se fijará en mi?

- Pequeño muchacho, confía en mí. Haz exactamente lo que te digo. Olvídate de las copas de cava. Trae, que me las beberé yo mientras soporto al plasta de Antonio.

- Es un buen partido.

- Es un viejo verde –respondió antes de beberse la primera copa de golpe-. Bien, olvídate de las copas y coge eso de ahí –señaló-. Tú solo acércate y deja que tu corazón te gobierne por un momento. Después ya tendrás tiempo de razonar las memeces que has llegado a decir. Ahora lo que tienes que hacer es actuar.

- ¿Puedo agradecérselo?

- Nunca agradezcas antes de conseguir tu objetivo. –Y se dio media vuelta mientras sorbía su segunda copa de cava.

En ese momento el piano enmudeció. Las voces reverberaban en la sala y se desubicó por un momento. A lo lejos unos ojos marrones le miraban. Dio media vuelta, extendió la mano y cogió una de las flores que adornaban una columna. El silencio musical llegó a su fin con unas notas nacientes de Bach. Junto al joven pianista doña Bárbara asintió con un tierno guiño antes de beberse de golpe su tercera copa de cava.

- Donde estás… -murmuró tras unos instantes de búsqueda.

Sostuvo el aliento cuando notó que una mano enjaulaba tiernamente uno de sus dedos. Bajó la mirada y reconoció esas manos espigadas.

- Estoy aquí. –Dijo contestando a su murmuro-.

Tomás alzó la vista y la belleza de Daniela le hizo titubear. Sin soltar ese dedo furtivo cariñosamente cautivo, levantó la otra mano para descubrir su flor. El piano seguía sonando, ahora ocultando las voces de la muchedumbre. Tomás pudo sentir a doña Bárbara, orgullosa, tomándose la cuarta copa de cava. Era ese el momento por el que debía dejar gobernar a su corazón.

- No necesito nada más. –dijo pensando en voz alta sin dejar de mirarla.

Daniela le miró, cogió la flor y respondió.

- Yo tampoco. –Y le besó-.

viernes, 10 de diciembre de 2010

vida salvaje

Esta mañana me he despertado con sensación a llanero solitario; con el mismo espíritu con que se levantaba John Wayne –o don Clint Eastwood como máximo exponente-, lenta y pausadamente, con aire malhumorado. He abierto los ojos y he adoptado en seguida la misma expresión, dejando caer primero una pierna, murmurar por el dolor del costado y dejando caer pesadamente la otra pierna. Mi cara, con expresión ruda y sobrada de hombría se ha encontrado con la de mi madre, como no, desencajada por mi tontería matinal. Y ahora que lo pienso, puede que ese espíritu del Salvaje Oeste haya sido un poco exagerado… De ahí el bofetón de mi madre cuando le he gritado: “Madre, prepáreme el baño, engráseme las botas y avise a pequeño Jimmy para que ensille al caballo”, terminando mi inteligente intervención con un escupitajo al suelo. El bofetón ha resonado, eso sí, como un pistolero en pleno asalto a la diligencia. Qué dolor…

Como es lógico, esta vuelta a la realidad –forzada por el golpe autoritario de mi madre- ha hecho desvanecer mis sueños matutinos. El olor a cuero, pólvora, caballo, naturaleza salvaje y libertad… desaparecidos.

Sin embargo, como soy hombre hecho de ilusiones, me he metido en la ducha con otra ilusión: Cogía el bote de champú con fuerza mientras oía al gentío corear mi nombre. Llovía, sí, pero eso no me importaba. Mis fans, apelotonados como sardinas, esperaban apasionados a que empezara el recital. Y tras un momento de espera –en el que he aprovechado para enjabonarme la cabeza- el concierto friki ha empezado. Menudo éxito.

domingo, 5 de diciembre de 2010

el origen


- Vuelve al origen.

- ¿cómo? –pregunto

- Pura esencia, amigo mío. Ahí es donde debes estar. –me contesta.

- Lo intentaré… -murmuro. Y tras un momento en silencio le digo- Escucha.

Recuerdo una historia, la de un muchacho que soñó despierto durante toda su vida. Soñó con un ángel. Su nombre, desconocido. Lo único que necesitaba era recordar, y junto a ese recuerdo tejía su historia, cada vez más y más fuerte. Era tal su amor furtivo, que incluso caminando por la calle unía las manos simulando que enjaulaba la suya con la de ese recuerdo. Pero dentro de ese amor, había un profundo pozo de sufrimiento y desespero. No sabía cómo evadirlo si dejar de pensar en ella. Gozaba por unos minutos de su gloria, junto a su historia, pero pronto aparecían las sobras de la realidad y lo nublaban todo. La angustia se apoderaba del muchacho por ver que su dulcinea no existía. Era un pobre enamorado de la nada.

- Vamos a ver, este chico se enamoró de un sueño, entiendo. ¿esto es posible?

- En el origen las cosas pueden ser o no ser. En este caso, el amor de este muchacho se cristalizó en un sueño y un recuerdo constante. Sobre la base de una mínima realidad. Era su vida y su ilusión. Alguien que siempre le sonreía cuando él lo necesitaba. Alguien que siempre estaba junto a él. Era un amor de capricho, pero…

- Bendito capricho- dijo interrumpiendo.

- …sí. Bendito. –afirmé.

- Entonces, ¿siempre se quedó con el amor de un sueño?

- No. Finalmente, después de muchos momentos turbios, conoció a su sueño.

- ¿existía esa mujer?

- Sí. Pero no adelantes acontecimientos. Sigue escuchando, pues para saber el cómo, hay que conocer el por qué. Ahí es donde vamos.

- Al origen. –comenta.

- Sí.

jueves, 2 de diciembre de 2010

aliento apestoso

Escuchas y sientes como el aliento apestoso del coloquio mezquino te calienta la nuca. Oyes como reverberan las palabras pudientes de unos cuantos que vomitan -sin contemplaciones- suposiciones con anhelo de veracidad. Y tanto es el menosprecio por aquél que se habla, que ni tan siquiera se plantea uno darle la oportunidad de opinar.

Este es el significado de la marujería: Reunión de engendros correveidiles que se deleitan con las penas de unos y se enzarzan con las mentiras de otros. ¿Para qué? Vete a saber para qué…