lunes, 13 de julio de 2009

lo vivido en pamplona

Después de haber pasado cuatro días en Pamplona me siento ante el ordenador y procuro trabajar. Estamos a lunes, de vuelta a la vida real: trabajo excesivo y pocas ganas. No consigo concentrarme. Miro la pantalla, los archivos y papeles… y los vuelvo a mirar. Siguen ahí, si moverse, esperando a ser descubiertos.
De repente me inunda el recuerdo de estos últimos cuatro días, y esa sensación que te deja que la nostalgia te inunde, reaviva mis ganas por escribir a cerca de lo vivido. De mis sensaciones… Que reactivan esa sonrisa al recordar frases, anécdotas, momentos vividos, miedos, cansancio y sueño… pero sobretodo alegría, mucha alegría.
Vivir una experiencia rodeado de alguien que fuma más que respira, con otro que se le ha conocido como cowboy –ey, Jimmy!-, y con un tercero que es capaz de dormirse de pie en medio del gentío ansioso, es realmente excepcional. Con ellos han aparecido gentes bondadosas y peculiares a su vez: Un catalán madrileño que es experiencia viva en encontrar dinero entre un río dorado. Inverosímil cuando lo cuenta mientras alguien a su lado va recordando los pasajes de las historias que ha escuchado cien mil veces y, entre carcajadas de histeria, enarbola un: - oye, imbécil, si es que no te soporto. Déjame en paz! Y vuelve a reír. Y a su lado otro que, entre carcajada y carcajada bebe su ballantine’s, recuerda las mismas historias y transforma su talante serio y compuesto en un orden de risa descontrolada y lágrimas en los ojos. Dentro de esta estampa destaca también la risa y la buena y agradable compañía de las chicas, exentas y curadas de espantos todas ellas de los desequilibrios de los personajes ya citados.
Han sido unos días en los que he aprendido que comer sin gintonic no es comer. Que fumar sólo un paquete al día no es fumar. He aprendido que La Bolsa es riesgo puro, y que para invertir en ella has de estar seguro, sino la cagas -nunca mejor dicho-.
He visto al hombre rodearse de miedo y gloria en tan sólo unos segundos. He visto y experimentado el sentido que le dan a los encierros; he respirado su alma, he visto la gloria y recompensa por los caídos y la benevolencia hacia el toro. También he visto que la misma benevolencia algunos se la daban al ballantine’s, jonnie walker, santa teresa… a un purito después de comer junto con tu digestivo –gloria pura-, y a tantas otras muchas cosas que he creído que de eso se nutre San Fermín.
Podría estar hablando de muchas bondades y sueños vividos y sin vivir, pero la verdad es que Pamplona también tiene su cara oculta… y no es otra que su indiscutible olor a orín, pis, meao… –según tu categoría humana-. Es realmente enriquecedor pasar por las calles olisqueando diferencias entre culturas. Creo firmemente que si me hubiera quedado unos días más, hubiera podido distinguir las micciones escandinavas de las españolas, francesas o italianas. Todas son sencillamente asquerosas.
A parte de este apunte y/o detalle insignificante -espero-, recuerdo ahora a las novias, bellas novias de mis compañeros de guerra, que tan estoicamente han aguantado a sus respectivos dejándoles tiempo para que sus ralentizadas neuronas pudieran asimilar que ellas querían estar al menos un “ratín” con ellos, algo totalmente normal y “aplaudible”. Por ellas un olé.
Así pues, ahora, siendo las 17.30, y tras haber hecho un intensivo con esos agradables papeles que inundan –ahora inundaban- mi mesa, me propongo terminar mi escrito alabando la aventura de estos cuatro días. Alabando a la gente que he podido conocer puesto que sinceramente me han sorprendido.
Gora San Fermín. Viva San Fermín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario