Recuerdo mi 20 de julio como si fuera ayer. Lo tildo como mío porque creo que cada uno hace y debe hacer suyas las experiencias; de esta manera se comulga con lo vivido de una manera especial. Y por eso, precisamente, fue mi 20 de julio.
Recuerdo que pensaba, mientras esperábamos la hora para entrar, cómo mis rodillas temblaban… Iba a ver a Bruce, una vez más, en directo.
Cogía mi entrada con fuerza, temiendo que un golpe de viento me privara de verle en directo. Caminando por las calles de Barcelona llegué a la Avenida de les Corts junto con un río de gentes que caminaban con sonrisas aliviadas mientras se palpaban continuamente el bolsillo para evitar pasar un mal trago, cerciorándose una y otra vez que aún disponían de la tan preciada entrada.
Iba acompañado de unos amigos, comentando cómo puede ser que un solo hombre sea capaz de reunir a tanta gente. Ese poder de reunión y de convicción que respira Bruce Springsteen es pura magia que nos transmite con sus melodías, su voz y su alma.
Al entrar en el campo, y tras habernos colado en pista, puesto que teníamos entradas de grada, fue cuando mi noche empezó a vibrar.
Llevaba más de dos días pensando en este día. Soñando con ver a la fuente de inspiración de millones de personas. Al hacedor de sueños y felicidades. Al mejor y más honesto artista que he visto en mi vida.
Pisé por primera vez el campo con un suspiro e inmediatamente miré a las gradas para intentar percibir el calor que arroparía a Bruce durante el concierto. Y aun siendo una ínfima parte, me sentí realizado por poder contemplar tanta devoción junta por un mito viviente del Rock.
Saludé a mis amigos y puse la mirada en el escenario, como si de esta forma transmitiera algún tipo de energía que hiciera salir a la E Street Band del camerino de una santa vez.
Se apagaron las luces, sentí el grave y profundo sonido del goliat resonar por todo el estadio. Unos leves acordes hicieron vibrar a más de setenta y cinco mil gargantas. Saqué la cámara y durante ese inicio lleno de devoción, grabé y escuché. Sólo eso. Mis amigos sentían lo que esta música producía, y empezaba a comprender la magia de la que siempre les había hablado. Todo seguía en suspense, sólo un leve cañón de luz azul iluminaba la batería que, acorde a las notas en off, mantenían en ascuas a un gentío cada vez más y más ansioso.
Y entonces empezó todo: Empezaron a cantar ochenta mil personas junto con una batería y cuatro acordes aun tímidos. Comenzaron los flashes y el éxtasis al ver a una figura legendaria subir al escenario con guitarra y armónica en mano.
En ese momento cerré los ojos. Noté cómo poco a poco el espíritu del momento se apoderó de mí y sucumbí a la gracia, bendita gracia del Rock más espectacular que he oído jamás. (Con permiso de Bob Dylan, Dire Straits, Ten years alter, Led Zeppeling, …)
Mi cielo duró tres horas y cuarto.
Describo esto para sumarme a la bendita devoción que muchos hoy expresan por Bruce, porque hoy cumple 60 años.
Long life, Bruce Springsteen.
Recuerdo que pensaba, mientras esperábamos la hora para entrar, cómo mis rodillas temblaban… Iba a ver a Bruce, una vez más, en directo.
Cogía mi entrada con fuerza, temiendo que un golpe de viento me privara de verle en directo. Caminando por las calles de Barcelona llegué a la Avenida de les Corts junto con un río de gentes que caminaban con sonrisas aliviadas mientras se palpaban continuamente el bolsillo para evitar pasar un mal trago, cerciorándose una y otra vez que aún disponían de la tan preciada entrada.
Iba acompañado de unos amigos, comentando cómo puede ser que un solo hombre sea capaz de reunir a tanta gente. Ese poder de reunión y de convicción que respira Bruce Springsteen es pura magia que nos transmite con sus melodías, su voz y su alma.
Al entrar en el campo, y tras habernos colado en pista, puesto que teníamos entradas de grada, fue cuando mi noche empezó a vibrar.
Llevaba más de dos días pensando en este día. Soñando con ver a la fuente de inspiración de millones de personas. Al hacedor de sueños y felicidades. Al mejor y más honesto artista que he visto en mi vida.
Pisé por primera vez el campo con un suspiro e inmediatamente miré a las gradas para intentar percibir el calor que arroparía a Bruce durante el concierto. Y aun siendo una ínfima parte, me sentí realizado por poder contemplar tanta devoción junta por un mito viviente del Rock.
Saludé a mis amigos y puse la mirada en el escenario, como si de esta forma transmitiera algún tipo de energía que hiciera salir a la E Street Band del camerino de una santa vez.
Se apagaron las luces, sentí el grave y profundo sonido del goliat resonar por todo el estadio. Unos leves acordes hicieron vibrar a más de setenta y cinco mil gargantas. Saqué la cámara y durante ese inicio lleno de devoción, grabé y escuché. Sólo eso. Mis amigos sentían lo que esta música producía, y empezaba a comprender la magia de la que siempre les había hablado. Todo seguía en suspense, sólo un leve cañón de luz azul iluminaba la batería que, acorde a las notas en off, mantenían en ascuas a un gentío cada vez más y más ansioso.
Y entonces empezó todo: Empezaron a cantar ochenta mil personas junto con una batería y cuatro acordes aun tímidos. Comenzaron los flashes y el éxtasis al ver a una figura legendaria subir al escenario con guitarra y armónica en mano.
En ese momento cerré los ojos. Noté cómo poco a poco el espíritu del momento se apoderó de mí y sucumbí a la gracia, bendita gracia del Rock más espectacular que he oído jamás. (Con permiso de Bob Dylan, Dire Straits, Ten years alter, Led Zeppeling, …)
Mi cielo duró tres horas y cuarto.
Describo esto para sumarme a la bendita devoción que muchos hoy expresan por Bruce, porque hoy cumple 60 años.
Long life, Bruce Springsteen.
Gran noche, mejor despertar. Ayer me puse la camiseta de ese concierto.
ResponderEliminarLong life, Bruce.
Gran noche Savier!! un abrazo afectuoso!!
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