miércoles, 23 de septiembre de 2009

Bruce Springsteen


Recuerdo mi 20 de julio como si fuera ayer. Lo tildo como mío porque creo que cada uno hace y debe hacer suyas las experiencias; de esta manera se comulga con lo vivido de una manera especial. Y por eso, precisamente, fue mi 20 de julio.
Recuerdo que pensaba, mientras esperábamos la hora para entrar, cómo mis rodillas temblaban… Iba a ver a Bruce, una vez más, en directo.
Cogía mi entrada con fuerza, temiendo que un golpe de viento me privara de verle en directo. Caminando por las calles de Barcelona llegué a la Avenida de les Corts junto con un río de gentes que caminaban con sonrisas aliviadas mientras se palpaban continuamente el bolsillo para evitar pasar un mal trago, cerciorándose una y otra vez que aún disponían de la tan preciada entrada.
Iba acompañado de unos amigos, comentando cómo puede ser que un solo hombre sea capaz de reunir a tanta gente. Ese poder de reunión y de convicción que respira Bruce Springsteen es pura magia que nos transmite con sus melodías, su voz y su alma.
Al entrar en el campo, y tras habernos colado en pista, puesto que teníamos entradas de grada, fue cuando mi noche empezó a vibrar.
Llevaba más de dos días pensando en este día. Soñando con ver a la fuente de inspiración de millones de personas. Al hacedor de sueños y felicidades. Al mejor y más honesto artista que he visto en mi vida.
Pisé por primera vez el campo con un suspiro e inmediatamente miré a las gradas para intentar percibir el calor que arroparía a Bruce durante el concierto. Y aun siendo una ínfima parte, me sentí realizado por poder contemplar tanta devoción junta por un mito viviente del Rock.
Saludé a mis amigos y puse la mirada en el escenario, como si de esta forma transmitiera algún tipo de energía que hiciera salir a la E Street Band del camerino de una santa vez.
Se apagaron las luces, sentí el grave y profundo sonido del goliat resonar por todo el estadio. Unos leves acordes hicieron vibrar a más de setenta y cinco mil gargantas. Saqué la cámara y durante ese inicio lleno de devoción, grabé y escuché. Sólo eso. Mis amigos sentían lo que esta música producía, y empezaba a comprender la magia de la que siempre les había hablado. Todo seguía en suspense, sólo un leve cañón de luz azul iluminaba la batería que, acorde a las notas en off, mantenían en ascuas a un gentío cada vez más y más ansioso.
Y entonces empezó todo: Empezaron a cantar ochenta mil personas junto con una batería y cuatro acordes aun tímidos. Comenzaron los flashes y el éxtasis al ver a una figura legendaria subir al escenario con guitarra y armónica en mano.
En ese momento cerré los ojos. Noté cómo poco a poco el espíritu del momento se apoderó de mí y sucumbí a la gracia, bendita gracia del Rock más espectacular que he oído jamás. (Con permiso de Bob Dylan, Dire Straits, Ten years alter, Led Zeppeling, …)
Mi cielo duró tres horas y cuarto.

Describo esto para sumarme a la bendita devoción que muchos hoy expresan por Bruce, porque hoy cumple 60 años.

Long life, Bruce Springsteen.

2 comentarios:

  1. Gran noche, mejor despertar. Ayer me puse la camiseta de ese concierto.
    Long life, Bruce.

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