martes, 3 de noviembre de 2009

Un domingo cualquiera

Te suena el despertador. Son las 8 de la mañana. Miras con dulzura la cara de esa chica que hace unos años conquistó tu corazón. La acaricias y la besas. Te incorporas aun con pereza y sin quererlo te fijas en algo que te hace sonreír: las llaves de tu Harley-Davidson. Entras en el baño y ves las botas, la chaqueta y los guantes. Recuerdas lo que viviste ayer. Te duchas y te cambias. Desayunas y coges las llaves del coche para ir a comprar algo especial: Hoy hace 3 años que te casaste con ella. Abres la puerta de casa y te fijas que hace un día radiante y claro. Son las 9.15 de la mañana. El aire es fresco y recuerdas que las previsiones recomendaban para este día paseos y terrazas. Te quedas pensativo, dudoso… “Hoy es domingo, no puedo cogerla, pero es que hace un día tremendo… Pero no, porque la despertaré. Y quiero hacerlo con su zumo y fruta fresca, no con la moto.” Mientras piensas en voz alta te enfundas los guantes y coges la chaqueta. Vas al garaje, pulsas el cebador y esperas a estar ya lejos para darle el cuarto de vuelta, encender y engranar la primera marcha.
El día es aun más claro. Panhead y tú de paseo por las calles desiertas de un domingo otoñal. Vas al mercado y compras fruta fresca, leche y dos solomillos que sueñas en cocinarlos en su jugo con sal gorda para comer.
Son las 9.35 de la mañana y no le queda poco para despertarse –si no lo ha hecho ya con el sonido de la moto-. Te colocas las bolsas en el regazo y circulas hacia casa agradeciendo el sol de cara. Antes de llegar a casa apagas el motor. Entras por inercia al garaje. Ha sido un contacto matinal bastante recomendable, como tomarse una buena copa de vino y quedarse con el sabor en la boca hasta la hora de comer. Degustándolo.
Entras en la cocina y te quitas la chaqueta, los guantes y el casco mientras piensas en el desayuno que le vas a preparar. Exprimes naranjas y melón. Haces tostadas con mantequilla, unas cuantas fresas frescas y un vaso de leche. Una flor adorna la típica bandeja repleta de delicias matinales que esperas devorar con la mirada. Entras en la habitación y la encuentras ahí, dulce y delicada, profundamente dormida. Dejas suavemente la bandeja a los pies de la cama y abres la ventana para que la brisa te ayude a despertarla con sus caricias. Te inclinas hacia ella y la admiras. Te has casado con un ángel.
Despejas la mesita y colocas la bandeja. Tu torpeza te delata y ella entreabre los ojos. Te mira mientras sonríe sutilmente. Te coge la mano y la besa. “Te quiero, buenos días” dice con voz apagada. “Buenos días bonita.” Te atreves a decir. Después de más de tres años juntos, te siguen temblando las rodillas cuando te mira con esos ojos castaños mientras te susurra dulzuras. Inmediatamente se percata de tu sorpresa y se incorpora de un salto. Tú le sonríes. “Lo que hace el hambre…” susurras. “Gracias cariño, el mejor desayuno del mundo.”
Son las 11.20 de la mañana y después de haberte duchado de nuevo –con ella-, te sorprende verla bajar al salón con las botas puestas, las Ray-Ban, su chaqueta al hombro y una sonrisa endiabladamente seductora. “¿Dónde vas?” Preguntas. Ella no dice nada. Mientras baja te fijas en su modelito, ceñido vaquero y blusa al aire con chaleco. Sus botas recién engrasadas brillan de resplandor mate. Su melena ondea mientras camina hacia ti sin cambiar esa sonrisa. Te coge de la mano y te lleva a tu panhead mientras te susurra: “Vamos fiera. Demuéstrame lo equivocada que estoy con tu harley.” Sonríes mientras pulsas el cebador, la miras y arrancas. El V-Twin hace estremecer la piel de porcelana de la que te mira, ahora sorprendida por lo hipnotizadora que resulta cuando la sientes cerca. Te enfundas la chaqueta y los guantes. Engranas y poco a poco tu mundo se mueve de nuevo, pero esta vez es algo especial; Sientes cómo se agarra a tu cintura y te besa en la mejilla. “Vamos cariño, la carretera es tuya –susurra-. Feliz aniversario.”
La besas y empieza tu aventura.

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