jueves, 13 de enero de 2011

¿café descafeinado?

- ¿Café?

- Sí.

- ¿Solo?

- No. Corto de café y largo de leche. Mejor café de sobre descafeinado y un sobrecito de azúcar moreno. La leche que sea templada.

La camarera me mira. Durante ese segundo de incertidumbre traga, suspira y vuelve a tragar. Incomprensiblemente el hombre que tiene en frente, con chaquetea de cuero, Ray-Ban y botas, es un finolis. Su cara de sorpresa delata su desencanto y mi vergüenza se acentúa al ver que se fija en mi moto a través de la ventana.

- Un motero con café de sobre descafeinado –pienso-.

En ese momento reacciono y sonrío amablemente a la camarera, que sigue anclada frente a mí, con las manos en la cintura, posiblemente digiriendo al motero que acaba de conocer. Con sorna le digo:

- Era broma. Café solo, sin azúcar. Y una mediana.

Por un momento pienso en pedirla sin alcohol, pero desisto al ver que la cara de la mujer ha mutado en satisfacción. Efectivamente, tiene a un motero en su bar.

Me trae el café ipso facto. Le extiendo un billete de 5 euros y le ordeno que se quede el cambio. Me sonríe por segunda vez.

Miro el vaso de café, negro y asqueroso, que tengo en frente.

- Sí que es caro ser motero, joder –murmuro-.

Cojo el vaso y de un trago me lo bebo. De reojo veo que la camarera me mira orgullosa.

- Soy un hombre. –Me vuelvo a decir cogiendo la cerveza y echándole un trago tratando de olvidar el sabor del café solo-. Justo en ese momento miro a través de la ventana y oigo el indiscutible sonido de una harley davidson. Su rugido resuena en el valle llegando suavemente a mis oídos. Miro la cerveza y de un sorbo la vacío, con su correspondiente lagrimita cuando bebes algo rápido con gas. Me enfundo los guantes y me despido de la camarera con un sutil saludo militar: dos dedos en la frente y leve inclinación de cabeza.

- Eres un señor, coño. –Te dices mientras pulsas el cebador, esperas y te pones el casco. El ruido de la harley ya lo oyes en tu espalda. Te giras y ves a tu amigo, sonriente. Enciendes la moto para su sorpresa y le dices que desayunáis en otro sitio.

- ¿Por qué? –pregunta extrañado.

Te fijas de nuevo en él.

- Un motero no va con calcetines blancos, tío. -Engranas la primera marcha. -Vamos a tu casa y te cambias. Ah, y avisa a tu mujer para que nos prepare café.

- ¿No has tomado ya uno?

- Sí, pero creo que voy a vomitar.

Y te marchas con tu harley davidson regalando al mundo –y a la camarera- la eterna sinfonía de su rugido.

3 comentarios:

  1. Echaba en falta una historia sobre motos. Sin motos, Galleta de Mantequilla era un poco menos Galleta y más Galletita.

    La historia es divertida; es original, porque aunque no lo parezca, y aparenten ser unos tipos duros, los moteros también cagan y tienen ositos de peluche en sus camas King Size.

    Mosquea que la camarera (¿una paleta sureña?) se excite sólo si el tipo bebe café solo mezclado con cerveza. Entiendo que, con ese sabor en los labios, le comerá todo menos la boca. Lo mires por donde lo mires, la camarera sale perdiendo.

    Un abrazo,

    A.

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  2. ¡No nos dejes con ganas de más! Que espero con ansia y desasosiego nuevas historias.

    @Aaron: He's dead.

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