miércoles, 27 de octubre de 2010

la noche (parte 2)

Abrió los ojos y miró el reloj. Hizo un tremendo esfuerzo para acostumbrar la vista a esa oscuridad. No quería encender la luz ya que sabía que no estaba solo. El fuego humeaba débilmente. El reloj marcaba las cuatro y cuarto de la mañana. El silencio conquistaba el bosque y el temor a ser descubierto le hizo acurrucarse aun más en el agujero. Se llevó la mano a la pierna y liberó el machete que lo ocultó para evitar que el reflejo de la hoja desvelara su posición. De pronto volvió a escuchar el crujir de la maleza. Esta vez venía de una dirección diferente a la primera.
- Son dos. –pensó.
Extendió la mano lentamente y cogió un pequeño tronco. Respiró pausadamente y lo lanzó tan lejos como pudo. El chasquido de las ramas rotas se detuvo cuando el tronco cayó a veinte metros. De pronto consiguió ver a un hombre, menudo, de metro sesenta y pocos, con las dos manos sujetas en la ametralladora apuntando hacia donde había caído el tronco. Levantó la mano y señaló, sin mediar palabra, en dirección al tronco. Lentamente el hombre se alejó mientras escuchaba nuevos chasquidos provenientes de diferentes direcciones. Cerró los ojos y contó. Eran siete.
Cuado el grupo de hombres armados se ubicaba a unos diez metros de su escondite, cogió el machete y lo rebozó de barro. Se incorporó lentamente y localizó a los siete hombres. Se descalzó y cubrió las botas con los troncos mientras templaba los nervios.
- El reloj también. –se dijo mientras se lo sacaba y lo ocultaba bajo tierra. -No quiero ningún reflejo.
Sujetó el machete firmemente y rodeó el bosque. Los hombres no tardarían en descubrir que era un tronco el culpable del ruido. Advirtió que los hombres se separaban en grupos de dos, menos uno, el que había visto mandar, que iba solo. Se agachó junto a un arbusto detrás de la primera pareja. Constató que uno de ellos no superaba la edad de diecisiete años y que el temor le invadía el cuerpo. Rápidamente le hundió la hoja en la nuca mientras le tapaba la boca para evitar sorpresas. Antes de que su compañero advirtiera el asesinato, el filo ya le había segado la garganta. Amontonó los cuerpos y ocultó las ametralladoras bajo el arbusto. Hundió el machete de nuevo en el barro para camuflarlo y evitar destellos. Nadie se había dado cuenta que faltaban dos. Aún…
Quedaban cinco hombres atentos y nerviosos a la vez. Eso resultaba peligroso porque eran totalmente impredecibles. Había empezado a llover con intensidad. Esperó a que una pareja quedara rezagada y les asestó varias puñaladas. Sólo el silencio se dio cuenta de los asesinatos. Ya sólo quedaban tres.

9 comentarios:

  1. Es divertido escribir acerca de cómo mueren otros, ¿eh? Me recuerda a 'Las cosas que llevaban los hombres que lucharon'. También transcurre en Vietnam. Aunque el protagonista no esconde ni embarra el cuchillo de caza a las 4 AM porque en la selva no hay ninguna luz que pueda reflejar la hoja.

    Soy un cabrito, pero sigue escribiendo. ¡Me gusta!

    Un abrazo,

    A.

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  2. Querido amigo, sí que eres cabrito, no te lo niego; pero yo nunca he dicho que fuera selva. Igualmente, aunque me gusta que te lo imagines tan bien, parte de razón tienes por las hojas de gunnera y las secuoyas, aunque también puedan nacer en bosques tropicales... ¿Ahí queda contestado el problema del reflejo? Recuerda que: "(...)pequeños resquicios de esa luz se filtraban entre la densa vegetación(...)".

    Otro abrazo, A.

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  3. Sí, recuerdo que esa frase es del anterior capítulo, cuando escribes que "Por fin, al tenerlo todo preparado, cerró los ojos y se durmió".

    Y entonces llegamos a las 4 AM y su oscuridad total.

    Aunque antes...

    "Sabía que las tormentas eran muy frecuentes y que, con ellas, la densa niebla ocultaba el mundo y te impedía ver a más de cinco metros."

    Entiendo que la niebla se había dispersado antes de que llegaran quienes quieren cazarle, a los que ve "cuando el grupo de hombres armados se ubicaba a unos diez metros de su escondite".

    Un abracito, Galleta.

    A.

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  4. ¡Estás exprimiendo esta parte! ¡Me gusta! Pero... ¿había empezado a llover? Lo hace al final de las tres primeras muertes. Así pues tendrá que evitar destellos si no quiere ser descubierto, pues no ha llegado la niebla, aún.

    Tanto cuando leas como cuando escribas saborea la grandeza de la flexibilidad.

    Ojo no te pegue una galleta, Aaroncito.

    ¡Un abrazo y sigue comentando!

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  5. ¿No es Vietnam? ¿donde transcurren los acuchillamientos?

    Y lo de la lluvia tras los tres primeros homicidios, te lo acabas de inventar, ¿no? Jeje!

    Un abrazo, polluelo!

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  6. Cierto, empieza a llover cuando FALTAN tres, no cuando lleva tres.

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  7. Entonces, ¿porqué empezar a embarrar la hoja del cuchillo antes de llover, socio?

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  8. Nos situamos en un bosque de abundante vegetación. En todos los bosques hay barro y más aun cuando llueve frecuentemente. La pregunta que ahora te harás es: ¿cómo puede entonces encontrar ramas secas en un bosque en el que llueve en abundancia? La respuesta es incierta, pero se presupone que el protagonista encuentra zonas a resguardo bajo las grandes hojas de gunnera y las faldas de las secuoyas. A parte, claro está, de la densa vegetación. Recuerda que es un tipo bien formado.
    ¿Cómo lo ves? ¿Te convence?

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